Inauguramos esta nueva sección llamada Mi Fotógrafo en donde iremos presentando distintos fotógrafos brillantes ya sean famosos o desconocidos. A cada socio del Club se le entregó la tarea de hacer una presentación personal sobre su fotógrafo preferido o sobre alguno a quien su trabajo les haya causado una impresión y que deba ser mostrado a los demás participantes, además de ser publicado en nuestro sitio web. Pequeñas biografías y ejemplos fotográficos que valen la pena conocer y admirar.
La primera entrada es de nuestra amiga y socia Pilar Ibarra, quien nos va a mostrar y contar un poco más de Robert Doisneau.
ROBERT DOISNEAU
Mientras esperaba que nos atendieran en un Centro Médico me dediqué a observar los cuadros que adornaban las paredes y que me llamaron la atención por ser fotografías en blanco y negro. Me gustaron porque reflejaban escenas de la vida real de tiempos pasados. Anoté el nombre del autor y busqué en internet.
Es un fotógrafo francés nacido en 1912. Su padre murió en servicio activo en la Primera Guerra Mundial cuando Robert tenía cuatro años y su madre falleció cuando él tenía siete. Fue una tía quien se hizo cargo de él y su escolaridad.

Recibió formación de grabador litográfico y tipográfico en París. En 1929 comienza a realizar sus primeras fotografías aprendiendo de forma autodidacta y leyendo las instrucciones de las cajas de emulsión para revelar. Inicialmente trabajó como fotógrafo industrial y de publicidad en una factoría, hasta ser despedido por sus repetidas ausencias. De los objetos inanimados pasó a las fotografías de gente en París. Cuando tenía 20 años, L’Excelsior publica su primera fotografía.
Participó como soldado en la Resistencia Francesa durante la II Guerra Mundial. Fueron tiempos penosos en los que realizó fotografías de científicos por encargo sin dejar de retratar la ocupación y la liberación de París. Terminada la guerra fue contratado por la agencia ADEP y trabajó junto con Henri Cartier-Bresson, reflejando la alegría y la jovialidad de la ciudad de París tras la desgracia.
Desde 1945 se integró a la Agencia Rapho, retratando, entre otros, a Pablo Picasso. Todo su trabajo, fuera de los encomendados, siguió centrándose en la vida pública y situando a sus personajes en un ámbito cotidiano.
Una de las virtudes de este maestro fue su transparencia, la facilidad con que sus imágenes fueron apreciadas por el más vasto público, un ejemplo es la fotografía titulada “El Ultimo Vals” del 14 de julio de 1949, donde vemos a una pareja que baila en medio de la calle, en la noche solitaria, oscura, en un cuadro que parece resumir la alegría de la gente sencilla con la que se sentía identificado.
En 1950, Doisneau buscaba material para cumplir con un encargo de la revista “Life” interesada en los enamorados de París. De ahí salió la serie “Besos” y su obra más significativa:” El Beso”. La fotografía muestra de forma misteriosa una pareja besándose frente al ayuntamiento de París. Muchos pensaron que era una fotografía espontánea que el autor había tomado en las calles parisinas. Sin embargo, años después se supo que la pareja estaba formada por dos estudiantes de arte dramático.
El artista les descubrió en un café parisiense y ambos aceptaron posar dándose un apasionado beso en mitad del tumulto de la ciudad. La foto se convirtió en un ícono reconocido en todo el planeta. El éxito de esta imagen le abrió puertas en el extranjero. Es un beso que simboliza una multitud de cosas: el amor, París como ciudad romántica y representó una época de exaltación del sentimiento.
También se convirtió en objeto que aportó jugosas ganancias: aún hoy el famoso “Beso” vende cientos de miles de copias anuales. En 1988, cuando Doisneau tenía 76 años y estaba casi retirado, una revista francesa volvió a publicar “El Beso” para ilustrar el éxito de la foto y preguntarse quiénes eran los anónimos jóvenes que se besaban. Fue una fiebre: presuntos protagonistas aparecieron a centenares para reclamar dinero por derechos de imagen.
En 1993 “El Beso” fue llevado a juicio, la creencia de que era una instantánea no pudo mantenerse, Doisneau ganó el juicio al presentar como prueba la serie completa de fotos tomadas en distintos puntos de París con la misma pareja. Fue entonces cuando comparecieron en público los jóvenes de la fotografía.
La actriz que aparece en la foto presentó una demanda pidiendo su parte amparándose en la ley francesa que exigía una compensación para aquellas personas retratadas sin consentimiento. Otra vez Doisneau ganó en los estrados: pudo comprobar que había pagado el trabajo de la actriz y su compañero y les había regalado una copia.
La pareja vendió la copia de su foto a un coleccionista suizo que pagó por ella 155.000€ . Más tarde, reconocería el propio autor: “No es una foto fea, pero se nota que es fruto de una puesta en escena, que se besan para mi cámara.”